viernes, 3 de agosto de 2012

Abandonados en el desierto


La reciente decisión del Ministerio español de Asuntos Exteriores de repatriar urgentemente a los cooperantes españoles en los campos de refugiados saharauis situados en el suroeste de Argelia deja en una situación aún más difícil si cabe a las alrededor de 150.000 personas que llevan casi cuatro décadas malviviendo en medio del desierto, en unas condiciones durísimas.
Rehenes de la lucha de intereses entre un Marruecos que cuenta con el apoyo de Estados Unidos, Francia y, aunque en cierta medida obligado, también de España, y un Frente Polisario respaldado firmemente por Argelia, los refugiados saharauis dependen enteramente de la ayuda internacional para su supervivencia en la “Hamada”, el desierto dentro del desierto.
Los campamentos de Tinduf son un lugar impresionante. Tuve la enorme suerte de visitarlos hace casi cuatro años, en el viaje anual que organizaba Solidaridad Internacional, una de las ONG españolas que tienen proyectos de cooperación en la zona.
Volví conmocionada por muchas razones.
- El paisaje tremendamente inhóspito, una llanura interminable, rojiza, árida, pedregosa, en la que uno se maravilla de que alguien pueda, no ya vivir, sino pasar más de 35 años, como es el caso de los más mayores.
- La difícil decisión que afrontan constantemente los saharauis, ante la duda de si mejorar sus condiciones de vida, y por tanto aceptar que su permanencia va a ser duradera, o no establecer estructuras estables para subrayar el hecho de que ese lugar no es su hogar.
- La hospitalidad y amabilidad que derrochan con sus visitantes, con los que comparten sus escasos alimentos y a los que ofrecen lo mejor que tienen, incluyendo sus sonrisas, que hacen que tengas una sensación inevitable de remordimientos por la comodidad en la que vivimos, sin saber apreciarla, y de culpabilidad por no poder hacer nada para ayudarles.
- La brutal escasez de agua, que supone que su consumo sea mínimo, incluyendo el necesario para la higiene personal, y hace que sea imposible no volver a casa y darte cuenta de la maravilla y de la suerte que tenemos cada vez que abrimos un grifo y sale agua, y encima caliente.
- El formidable esfuerzo que hacen los saharauis para educar a los niños, para tener una sanidad básica, y sobre todo, por mantener una dignidad como pueblo y conservar la paciencia ante un panorama que llevaría a cualquiera a la desesperación
En sus jaimas o frágiles casas de adobe, bebiendo interminables vasos de té, los saharauis ven el tiempo pasar inútilmente, sin que las negociaciones entre los dos rivales patrocinadas por la ONU hayan producido ningún avance. Y el peligro es que, como ocurre ya entre algunos, vuelvan a considerar seriamente la posibilidad de tomar las armas de nuevo.
Ambas partes siguen atrincheradas en sus posiciones: Marruecos, que se hizo con el control del Sahara Occidental tras la retirada española en noviembre de 1975, se limita a ofrecer una autonomía para un territorio que considera propio y al que ha enviado a miles de marroquíes. El Polisario insiste en reclamar la celebración del referéndum que fue incluido en el acuerdo de paz patrocinado por la ONU en 1991, y que los saharauis puedan votar si quieren ser independientes.
¿Quién aguantaría tanto tiempo “pudriéndose” en el desierto, sabiendo que la situación no tiene visos de arreglarse ni siquiera a medio o largo plazo? ¿Cómo no entender que muchos, aunque no se atrevan a decirlo abiertamente para no quebrar la sacrosanta unidad que proclama el Polisario, estén deseosos de tener una vida mejor y hagan todo lo posible para ir a vivir a otros países como España? ¿Qué hay de los niños que vienen durante varios veranos - hasta los 12 años creo que se les permite -, y conocen nuestra privilegiada vida de acá, o de los que fueron a Cuba para estudiar el instituto y la universidad, y con 25 años tienen que dejar el mar, los colores y la vida del trópico para encerrarse de nuevo en los campos?
Con unos niveles de malnutrición constantes – hay una escasez de alimentos frescos y la dieta se limita sobre todo a las conservas e hidratos que proporciona la ayuda internacional y los escasísimos recursos propios, como algún huerto, instalación avícola y los pequeños rebaños de cabras o camellos – y unas tasas sanitarias insuficientes, es fácil imaginar que la ausencia de los cooperantes internacionales dificultará aún más el panorama.
El secuestro el pasado mes de octubre de los españoles Ainhoa Fernández y Enric Gonyalons y de la italiana Rosella Urru, el primero que se producía en zona bajo control saharaui, causó una conmoción enorme. Los tres fueron sacados en plena noche del lugar en el que se encuentran las instalaciones oficiales de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) creada por el Polisario. Toda una bofetada para el movimiento independentista saharaui, que se proclama nacionalista y socialista, y al que al tradicional enemigo marroquí se le añade ahora las bandas criminales y los grupos integristas islámicos que operan en el Sahel y que han encontrado en el secuestro de occidentales su mejor fuente de financiación.
Fernández, Gonyalons y Urru fueron felizmente liberados hace unos días, después de ocho meses de secuestro. Como en los demás casos, nadie - y menos un gobierno - admite abiertamente haber pagado un rescate, pero es difícil creer que sus captores los dejaran en libertad por un repentino ataque de generosidad.
Aunque el Polisario asegura haber reforzado la seguridad en los campos, el Ministerio español de Exteriores cree que hay infiltrados en Tinduf que pensaban cometer otro secuestro de manera inminente. Este peligro llevó al ministro José Manuel García-Margallo a determinar el regreso inmediato de los cooperantes españoles que aún seguían allí y a pedir a las ONG que no sigan adelante con su anunciado regreso la semana que viene. 
Hay que comprender la situación del Gobierno, y tener en cuenta que los millones de dólares o euros de los rescates sirven para pagar armas y para financiar a grupos extremistas, lo que lleva a plantearse la responsabilidad que tienen las organizaciones de ayuda ante una coyuntura como esta.
Pero es indudable que al final los más perjudicados son los de siempre, y que si los saharauis ya viven en el olvido, marginados en el desierto de los desiertos, la ausencia de cooperantes extranjeros además puede hacer enmudecer el único altavoz de su durísima realidad.

Teresa Larraz










1 comentario:

  1. Muy interesante, no tenia ni idea de lo que pasaba allí!

    ResponderEliminar

Todos los comentarios serán leídos y moderados previamente. No se aceptan comentarios tipo SPAM. Ofensas personales, amenazas o insultos NO serán permitidos.
Los comentarios de los lectores no reflejan las opiniones del blog.